Se lo han llevado todo. Los egresados de la escuela que prometieron han depredado hasta lo que no había, como una turba de manos largas que arrasa y se ríe en las narices de miles. Vito Corleone se tapó los ojos; ni él actuaba con tanto desparpajo. A estos miserables que fagocitaron todo, absolutamente todo, se les conoce la cara y tienen nombre y apellido. Pero se cubren en la impunidad que les otorga ser parte de una casta que hizo culto de la indecencia. Los culpables de las décadas infames han hecho de Quilmes un circo que es tristemente funcional a sus intereses: un club glorioso devino en sociedad de fomento, fundido, con extrema podredumbre. No les alanzará la vida para pagar el daño que han hecho. Y completaron la faena siendo fieles a sus paupérrimos antecedentes: lapidaron a Rodrigo Braña, al hombre que nunca deberían haber tocado.
¡Qué injusta es la vida! Se quedan los que destruyen y se van los que aman. ¡Qué puta injusticia, Chapu! ¡Qué nefastos! ¡Qué repugnantes los que se ufanaron con tu vuelta y te rajaron como un perro! ¡Cómo se cagaron en tu honestidad! Porque si en algo te diferencias de ellos es, precisamente, en la honestidad.
Cuando me preguntan los motivos de este sentimiento digo que Braña es el ídolo que soporta la injusticia y continúa bajo la tormenta, sin piloto y sin paraguas. El ídolo que pelea desde adentro. El ídolo que observa cómo le queman la casa pero aún resiste para rescatar de las llamas el valioso sentido de pertenencia. Que sabe que lo están estafando descaradamente, que le están robando, que le están mojando la oreja quienes deberían protegerlo y cuidarlo. Porque Braña hay uno solo, y por más que quieran maquillar ante el mundo que “el ídolo se va y merece los aplausos”, sabemos que al ídolo que vino a retirarse en Quilmes lo echaron, lo ultrajaron, le escupieron el plato de comida. Pero nada sorprende…
Es sabido que mientras por la puerta de adelante juegan al cinismo ploteando los vidrios y poniendo afiches que piden nuevos socios, por la puerta de atrás se van todos los jugadores y entrenadores que alguna vez hicieron grande a Quilmes. Braña es la última víctima de una lista inmensa, y ahí nomás le sigue Chirola Romero, otro gigante.
No muy lejos, el mismo día, Racing demostró cómo se despide a una gloria. Pero los nuestros, tan acostumbrados al papelón, lo hicieron de un tirón, rapidito, como un niño que roba caramelos del frasco de la abuela y se apura en ordenar el estante para no dejar rastros. Muy asqueroso el (des)manejo.
Me quedan flotando tus lágrimas de tristeza en Arroyito, Chapu, por una despedida forzada, indeseada, en el mismo lugar donde casi 40 años atrás lloramos de alegría, sin saber que poco tiempo después llegarían a transformar a Quilmes en una institución modelo de lo que no hay que hacer. Me quedo con el amor a la camiseta; con el inconmensurable valor de transmitir adentro de la cancha lo que sentíamos nosotros como hinchas.
Quilmes siempre será tu casa. Ojalá que la puerta que hoy te cerraron en la cara, mañana, con otro aire, se vuelva a abrir para que tengas el sitio de privilegio que merecés. Simplemente gracias y perdón por este triste final. Chapu –y perdónenme si exagero-, para mi sos Maradona.